¿Qué demonios es la brecha digital?

A mediados de los 90, en el punto álgido de la explosión digital, el término «brecha digital» simplemente significaba la brecha social entre aquellos que tenían ordenadores con acceso a Internet, y aquellos que no tenían acceso a la red. La división reflejaba principalmente las divisiones entre la clase alta y la clase media y el extremo opuesto del espectro económico, los pobres. Hoy en día, la brecha digital aún existe, pero se ha convertido en algo más que los que tienen y los que no.
La división de hoy es mucho más complicada. El acceso a Internet está disponible para todo el mundo (bibliotecas públicas, colegios, etc.), una gran mejora en los últimos años. Sin embargo, sí sabemos que aún existe una división, en algunas de las mismas líneas socioeconómicas, pero también en otras, y creemos que todavía queda mucho trabajo por hacer al respecto. Una de las principales divisiones es en el ámbito laboral. Ya hay buenos estudios que sugieren un cambio desde abajo sobre el desafio tecnológico cultural en las empresas  (leer estudio).

¿Tiene mi empresa una gran brecha digital?

En general, la aceptación digital dentro de la empresa es alta en prácticamente todos los departamentos, aunque también es cierto que, dependiendo del rango de edad del usuario, se autoimpone una barrera de entrada a la introducción de nuevas herramientas o soluciones, que impide el normal desarrollo de estas tecnologías dentro de una organización. Un gran ejemplo de esta revolución tecnológica lo están viviendo ahora mismo las empresas automotive (leer post)

“Esto se ha hecho toda la vida con papel y boli”, “Llevo 30 años en esto y no hace falta registrar la información”, “Es una pérdida de tiempo”, “Esto no lo usa nadie”.

Son frases ampliamente reconocidas por los que implantamos innovaciones tecnológicas en la empresa, pretenden restarles credibilidad a estas herramientas para conseguir su desaparición o nula aplicación.

En términos generales, es a partir de los 45 años cuando la brecha digital se agranda hasta llegar al punto máximo de los 60 en adelante, que directamente no utilizan estas herramientas*.

Por ello las empresas consumen una gran cantidad de recursos y tiempo intentando lograr el uso de las nuevas tecnologías por parte de este segmento de empleados.
El cuello de botella aparece cuando se realiza la previsión de integración de un sistema, en el cuál no se incluye el multiplicador del gap tecnológico del usuario que lo va a utilizar, sumado a la escasa formación en TICs para los empleados.

¿Qué puedo hacer para reducirla?


La solución, bajo mi punto de vista, pasa por añadir ese multiplicador a la ecuación de la integración de las herramientas que, aunque a priori retrase la finalización de la misma, repercutirá positivamente en la curva de aprendizaje del usuario, minimizando el tiempo posterior de consolidación.
El equipo directivo debe apoyar, monitorizar y ser partícipe en estas integraciones para hacer ver a sus equipos que estos servicios suman valor y son imprescindibles para seguir luchando por nuestra posición en el mercado. Sin este pequeño empuje las integraciones sólo se validarán si el usuario final es receptivo a integrarlas, cosa que no sucede muy a menudo.
Además, es sumamente productivo añadir formación a los empleados en TIC a nivel genérico y en procesos concretos cómo el uso de dispositivos móviles, optimización del correo electrónico y utilización de herramientas básicas para el desempeño de su trabajo.
Este proceso, además de fidelizar, aporta valor al cliente mediante la optimización del tiempo de respuesta.
En resumen, este post intenta abordar un problema que tienen el 99% de las empresas, desde un punto de vista productivo, sencillo y fácil de abordar pero sumamente desastroso si no se acepta el reto.

*Estudio interno sobre 600 personas de distintas edades, departamentos y perfiles.